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Golpes bajos a los bomberos

domingo, 1 de enero de 2017 , Posted by sincensuracanete.blogspot.com at 15:45

Ni en las fiestas de fin de año, cuando más emergencias ocurren y más los necesitamos, los peruanos dejamos de entorpecer el trabajo de nuestros bomberos. Ocho de cada diez llamadas que reciben son falsas. En los últimos días algunos han sido insultados y agredidos. Ha sido necesario fijar multas para evitar que sigamos saboteando su labor. ¿Algún día aprenderemos?



Escribe:
Óscar Miranda - LA REPUBLICA

La primera piedra cayó a su lado.

La segunda, directamente en su casco.

El comandante Roberto Soto (64 años, 45 de ellos como bombero voluntario) volteó y le preguntó a la gente de esa quinta de Surquillo qué le ocurría, por qué los estaban agrediendo.

La respuesta fue una andanada de insultos y un baldazo de agua lanzado desde un segundo piso.

Eran alrededor de las 8:30 p.m. del pasado sábado 24. Soto había llegado desde la compañía 11 – “Cosmopolita”, de San Borja, junto a cinco efectivos. Hacía solo unos minutos que habían estado saboreando un pollo a la brasa que un vecino generoso les había regalado, como cena de Nochebuena, cuando sonó la alarma. Tomaron sus cosas y salieron corriendo hacia el lugar del incendio. Pero desde que llegaron a la quinta los residentes no dejaban de hostigarlos. Cuando el subteniente Carlos Solano (29) se acercó a estudiar por dónde se originaba el fuego y por dónde había que atacarlo, la gente lo apremió.

–Oe, bombero monse, apura pe’, ponte a trabajar.

A partir de entonces, gritos, insultos, humillaciones. Que echa el agua por acá, que echa el agua por ese lado, que qué estás esperando, que el fuego avanza por allá, que haz algo.

Solano también sintió al menos dos baldazos de agua que le cayeron por la espalda. Cuando se quitó la máscara, vio a su alrededor rostros fieros. Rostros de odio. Era como si toda la gente de la quinta lo estuviera culpando a él y a los otros bomberos de haber iniciado el fuego.

Mientras, el seccionario Alfredo Dávila (24) le decía a los moradores de las viviendas aledañas que debían salir en previsión de que el siniestro se expandiese. Pero en respuesta solo recibió insultos.

–¡Fuera c…dre! ¡Esta es mi casa!

Cuando el comandante Soto recibió el baldazo que le lanzaron desde un segundo piso, decidió salir de la quinta y llamar a la central a pedir que le envíen a la Policía.

Solo cuando los policías –y más bomberos– llegaron, la turba se calmó.

Los brigadistas de la “Cosmopolita” nunca entendieron por qué esa gente a la que solo habían querido ayudar se había ensañado con ellos. Con ellos, que arriesgan su pellejo para combatir los incendios y que dedican buena parte de su tiempo a auxiliarnos cuando sufrimos una emergencia. Sin recibir nada a cambio. Muchas veces ni las gracias.

NO DAN RISA

Las fiestas de fin de año son la temporada en la que se registran más emergencias. Los bomberos tienen que trabajar el doble, el triple, porque muchos tipos deciden manejar ebrios o porque muchos otros manipulan irresponsablemente juegos pirotécnicos y hasta dejan que sus hijos pequeños los usen. Solo en la Nochebuena se registraron más de 300 emergencias. Para Año Nuevo, se preveía que esa cifra sería mucho mayor.

Pero ni siquiera en esta época en la que los necesitamos tanto, los peruanos dejamos de hacer su labor más difícil. Seguimos haciendo llamadas a la Central de Emergencias 116 para mentir sobre falsas emergencias, hacerles chistes estúpidos a los operadores y hasta insultarlos. Según el comandante Lewis Mejía, director de Imagen del Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Perú, el 80% de las llamadas que se reciben en la central son falsas.

–Hay un tipo que siempre llama a la Compañía Roma– cuenta el teniente brigadier Andrés Pacheco. –Contestas y él solo dice “miau, miau”. Llama en la tarde, en la noche, de madrugada. Le decimos “el Gato”. Hace tres años, mi padre sufrió un ataque al corazón y yo, desesperado, llamé a mi compañía para que me envíen a la ambulancia, pero el teléfono estaba ocupado. Al final, felizmente, me pude comunicar con mis colegas y me mandaron la unidad. Y cuando les pregunté por qué el teléfono había estado ocupado tanto tiempo, me dijeron que había sido por “el Gato”. Había estado molestando todo ese tiempo y habían decidido descolgar el teléfono.

En la central de emergencias las operadoras tienen muchas historias como esa. Sujetos como “el loco Hamilton”, que llamaba desde San Borja para quejarse de que la muchacha que lo cuidaba lo acosaba y maltrataba. Como “el Colombiano”, al que le gusta llamar “mamitas” a las operadoras. O como la anciana que llama de tanto en tanto desde Surco pidiendo que la rescaten porque la están violando. (Hace tres años, la operadora Desirée Maura creyó en su historia y mandó a bomberos y policías. Cuando llegaron, se dieron cuenta de que las violaciones solo ocurrían en la cabeza de la pobre mujer).

El último miércoles visitamos la central. Mientras conversábamos con las operadoras entró una llamada peculiar al teléfono de la operadora Jenny Zegarra. No, no era el aviso de una emergencia.

–Central de bomberos, buenas tardes.

–Hola, ¿cómo te llamas?

–¿Perdón? ¿Tiene alguna emergencia?

–¿Cuántos años tienes?

–Señor, ¿no sabe que esta es una central de emergencias? ¿Tiene alguna emergencia?

–No.

–Y entonces ¿para qué llama?

–Te quiero conocer… ¿Soltera o casada?

Al rato, fue una voz infantil la que contestó en el aparato de Desirée Maura.

–¿Aló? ¿Bomberos? ¡Emergencia! ¡Hay un incendio!

–Niño, ¿estás con tu papá?

–(Se oyen murmullos y risas).

–¿Por qué llamas? ¿Por qué llamas a los bomberos?

–(La voz de un adulto le dice algo al niño y el niño cuelga).

Dos ejemplos que ocurren todos los días. Todos los días, todo el día, en los tres turnos en los que funciona la central. Una vez, después de que unos niños habían estado fastidiando toda la tarde, Jenny Zegarra marcó el número de donde llamaron y habló con la madre.

–Señora, sus hijos están llamando por molestar a la central de bomberos.

–Nooo, mis hijos no hacen eso.

–Acá tengo su número grabado.

–No, no, ellos no han sido.

–Señora, le va a llegar una multa.

–Que venga, pues.

La madre colgó.

Todo esto puede resultar hasta divertido (es menos divertido cuando las llamadas llegan desde los penales y consisten en gemidos, palabras sucias y detalladas explicaciones sobre la forma en la que las operadoras serán violadas). Pero la ligereza de las bromas no puede hacernos perder de vista que estas llamadas con las que niños y adultos pretenden divertirse le están restando posibilidades de ser auxiliada a una mujer atropellada, a un niño que quedó atrapado en un incendio, a un anciano que sufrió un accidente y está a punto de perder la vida.


MEDIDA EXTREMA

La operadora Jenny Zegarra tiene razón. A los telefoneadores graciosos les puede llegar una multa.

El miércoles 21, el Gobierno promulgó el Decreto Legislativo 1277 que establece que las llamadas malintencionadas que se realicen a las centrales de emergencias, urgencias o información, así como los reportes de emergencias inexistentes, serán sancionados con multas de hasta S/ 2,025 (el 50% de una UIT).

El Ministerio de Transportes y Comunicaciones tiene un plazo de 30 días para reglamentar esta norma. Una vez que ello ocurra, entrará en vigencia. Todas las llamadas con bromas, insultos o falsas emergencias serán registradas y reportadas por los operadores de la central. Las empresas de telefonía colaborarán en entregar los datos de los bromistas. La primera vez recibirán una advertencia. La segunda vez, se les impondrá la multa.

Resulta increíble que se tenga que llegar a estos extremos para no entorpecer el trabajo de los hombres y mujeres que se dedican a salvar nuestras vidas voluntariamente.

Pero así estamos.

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